COMO SURGE VILLA GOLONDRINA

Primero de diciembre del 2012. Salimos a pasear, a hacer algo distinto, "algún lugar que nunca fuimos ni vos ni yo". Comento que siempre quise ir a la casa de Victoria Ocampo en Beccar, su Villa Ocampo en donde, se dice, recibía amigos como Borges, Gabriela Mistral, Pablo Neruda...
Como que esa gente salía de la capital, no iba muy lejos pero ya se sentía cómoda al estar en una casa grande, aireada, con un lindo jardín. Y allí charlaban, filosofaban escribían, cambiaban opiniones. Eso es lo que se dice. Y un poco también de lo que me imaginé yo la primera vez que escuché hablar del lugar.
Fuimos con el tren y en media hora más o menos estábamos allá. El jardín hermoso, la casa bastante imponente - más por su tamaño porque no tiene lujos alevosos. Nos recibió la grata sorpresa de que justo se estaba haciendo una muestra de María Elena Walsh. Y así visitamos, con los guías a disposición, toda la muestra y la casa de Victoria.
Fue relativamente corta la visita (no es un museo con miles de cosas) y sobró mucho tiempo para sentarnos en la galería de la casa (mesa previamente reservada), almorzar y disfrutar. La comida rica, precio acorde, postre sensacional y una tarde impagable.
Salimos con ganas de seguir el paseo y nos fuimos costeando el río hasta San Isidro. Fascinados con la casa pero, más aún, imaginando a esos amigos que mencioné, almorzando en la misma galería que nosotros. Fue imposible no pensar en qué lugar de Buenos Aires ocurre eso hoy. Un lugar, exclusivo o público, que sea  "refugio de pensadores y lugar de descanso de algunos de los espíritus más destacados del siglo XX", en dónde se respira literatura, cine, rica comida...
Luego de debatirlo llegamos a la conclusión de que seguro hay mucho más de los que conocemos. Desde los centros culturales más soberbios de capital hasta las casas de cultura más macanudas de algún barrio escondido de la provincia.
Cuando estábamos ya por cambiar de asunto, hablar del tren, del trabajo, de lo que sea, Emi me miró concentrado y me dijo "no te asustes, no es que esté atropellando las cosas, pero no te gustaría tener un lugar así, una quinta, para que los amigos vengan a hablar de lo que saben y que se puedan quedar a dormir y tomen y coman, discutan y estén cómodos?". No me asusté, obviamente, y le dije que sí, que estaría genial tener una casa VIVA, que se usa no solo parar vivir como, también, para compartir. Y agregué lo que se me ocurrió en el momento: "bueno, ya que Victoria tenía su Villa Ocampo, yo le pondría Villa Golondrina porque siempre dije que Golondrina es un buen nombre para ponerle a lo que sea". Emi sonrió y dijo "ME GUSTA". Y no dijimos más nada.

Como les conté en el post anterior, el 31 de ese mismo mes - ya primero de enero, en realidad - él me estaba diciendo que teníamos que vivir juntos. Y empezamos a buscar una Villa Golondrina que, obviamente, sería primero un lugar chiquito - acorde a nuestro bolsillo, ideal para arrancar - y, quien sabe, algún día podría ser una quinta o casa de campo. No importaba el tamaño o la ubicación. Lo importante era compartir.











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