La entrevista que no hice

Hace 8 años, cuando recién volví a vivir a Buenos Aires, me fui a Santelmo un domingo buscándole un regalo de cumpleaños a mi mamá. Sabía que algo lindo por allá iba a encontrar. Terminé desviándome de Defensa hacia una feria de arte en una de las calles que la cruzan, y me llamaron la atención unos dibujos con animales, niños, trenes y barcos. Me paré enfrente y empecé a mirar con los ojos iluminados. Me quería llevar todo, me llevaría lo que me alcanzara la plata que tenía encima.
Se me acercó un señor de barba blanca y se presentó. Me dijo que era Pedro Vilar y que era el ilustrador de los libros de María Elena Walsh. Yo sonreí, pero en realidad a María Elena, créanme, la conocía sólo de nombre y hasta ahí nomas. Porque crecí en Brasil y allá no es conocida para nada - como suele pasar con muchos talentos latinoamericanos.
La verdad es que en ese momento ni me importaba saber más de María Elena. Yo estaba fascinada con las ilustraciones de Pedro. Pude comprarle dos, charlamos bastante y él me anotó su teléfono en un papelito. Le dije que iba a volver a comprarme algo solo para mí. Pasó el tiempo y no fui. Después, terminé perdiendo mi billetera de aquel entonces y con eso también perdí su teléfono.
Hace dos años decidí que quería encontrarlo. Quería una de sus ilustraciones acá en casa. Quería contarle que su trabajo me había llevado hacia montones de caminos. Volví a la calle en Santelmo pero Pedro ya no estaba. Le pregunté a otros artistas si sabían de él, si tenían contacto. Lo único que me dijeron es que él no participaba más de la feria pero que vivía en Santelmo.
Busqué cualquier tipo de información por internet. Nada concreto aparecía. Hasta que encontré una librería que había expuesto alguna de sus obras y allí, finalmente conseguí su contacto. Lo llamé? No. Me dio vergüenza. Me dio invasión. Me dio... yo que sé. 
Paralelo a eso no solo conocí mucho más de María Elena Walsh. Empecé a entrar en el mundo de Elsa Bornemann, Javier Villafañe, Graciela Montes, Ema Wolf, Laura Devetach... Me encantó tanto que hice el taller de Iris Rivera y este año empecé un posgrado en literatura infantil y juvenil. Y me di cuenta de lo que estaba obvio desde un principio: iba a escribir sobre la importancia de las imágenes de Pedro Vilar en la obra de María Elena. Empecé a armar el proyecto, la posible idea, la posible entrevista. Igual seguí sin llamarlo, esperando no sé qué tipo de circunstancia ideal.
Hace algunos minutos me enteré que falleció la semana pasada, el día 8 de julio. No supe qué sentir primero. Tristeza, insatisfacción, rabia... Perdí la oportunidad de volver a ver esa persona que tanto me dejó en una única charla. Nunca llegué a decirle personalmente cuanto admiro su trabajo y como ese día en Santelmo me marcó los años siguientes acá en Buenos Aires. 
No encuentro explicación para no haberlo llamado. Del mismo modo que nunca encuentro la lógica para las cosas que no logro hacer, para las ideas que no concreto. A partir de hoy Pedro será para mi siempre encuentro y desencuentro. Un recuerdo y una lección.

Y esta es una linda nota que le hizo Karina Micheletto para Página 12.
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