PEGANDO UN ESTIRÓN

ilustración original de Sir John Tenniel para Alicia en el País de las Maravillas

Tengo la sensación de que, aunque tenga casi 35 años, sigo pegando estirones. Del mismo modo que cuando somos chicos un día, de la nada, estamos distintos, la vida adulta a veces me hace crecer de golpe.
Creo que mido los mismos 168cm y medio desde que tengo 13 años más o menos. Así que no hablo de altura y, sí, de madurez. Sin que yo pueda planear una fecha exacta tomo consciencia de algo en particular. Y después que esa idea se instala empieza a querer naturalizarse como si siempre hubiese estado ahí.
Quizás sea eso. Quizás estuvo todo el tiempo sacudiendo los brazos, llamándome. Hasta que finalmente me di cuenta de su existencia.

Mi último estirón fue entender que no puedo controlar todo, que no me dan las manos ni el tiempo para llegar a abarcar lo que me gustaría. Sé que puede parecer un poco obvio pero nunca lo fue para mi. Mi dicho siempre fue "el que mucho aprieta MÁS abarca".
Así venía yo, viviendo lo que ocurre y lo que no ocurre. Corriendo contra el tiempo, deseando estar en mil lugares al mismo tiempo, preocupándome con mi realidad y con la de los demás. Tratando de organizar lo vivido y lo aún por vivir en listas, carpetas, cajas, catálogos que me ayudaran a mantener el orden para no perderme, no perder el control.
El tema es que de a poco empecé a sentir cansancio. Falta de paciencia. Fiaca. Con los hechos, con las personas, conmigo. Sentí un agotamiento profundo y me di cuenta que era por estar haciendo un trabajo innecesario. Por querer controlar todo sin que me lo haya pedido nadie, sin ni siquiera tener el derecho de hacerlo.

Todos los días me pregunto de donde viene mi ansiedad. No sé si será la única razón pero ahora estoy segura de que querer tener el mundo bajo mis manos, sea ahorcando o abrazándolo, es una fábrica de inquietudes. Porque es un objetivo imposible de cumplir. Porque genera expectativas que nunca serán realizadas.
Ahora este estirón me obliga a una especie de rehabilitación, a abandonar un personaje con el que siempre me identifiqué. Me pide masticar más despacio. Caminar sin chocarme con muebles, puertas, obstáculos en general. Inspirar y exhalar. Yo puedo, más vale que puedo. Pero una cosa de cada vez.
© Circo Golondrina • Theme by Maira G.