Llegar y partir

Salió temprano a la mañana para comprar pan. Decidió caminar 15 cuadras más, con la excusa de ir a la otra panadería. Y caminó acelerado las veredas. No era paseo ni ejercicio. Más parecían ganas de llegar. Como ansioso por el primer pan del día. Pero eso seria una mentira. Porque no tenia tantas ganas de comer pan. En realidad, ni hambre tenia.
Cuando se dio cuenta de que casi corría ya, freno un poco los pasos deslizando la punta de los dedos por las rejas de las casas, tal cual un pianista. Manía que tenia de chico y no pretendía perder solo porque era grande.
Se detuvo a observar la mañana. Por el camino vio mucha gente arreglando el jardín de sus casas. Cortando el pasto, sacando hojas sueltas. Parecían estar dejando todo limpio y ordenado para recibir alguna visita.
Finalmente llego a la panadería pero, sorpresa, ya no había mas pan. Y la próxima tanda tardaría unos minutos. No tenia apuro pero tampoco ganas de esperar. Ni le paso por la cabeza irse a otra panadería. Porque, en definitiva, en casa tenia pan lactal.
Directamente volvió. En la puerta del edificio tuvo que esperar porque la señora del octavo se había olvidado la llave colgada del lado de adentro. Y tardo un poco hasta subir, darse cuenta que no tenia las llaves del departamento y volver abajo a buscarlas.
Finalmente se sentó a desayunar. Prendió la television solo para mirar la temperatura y después la apago. Dejo el saquito del te de durazno en el cenicero. Comió dos tostadas con dulce de leche. Sintió el perfume de las fresias naranjas que habían quedado en el jarro sobre la mesa. Y se fue a trabajar.
Sin darse cuenta, esa mañana se estaba despidiendo del invierno. Solo sabia que el lunes, a las 15:42h la primavera estaba por llegar.
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