Otro viaje

Abril de 1986.
Estoy jugando con una vecina. No me acuerdo muy bien si era a saltar el elástico o la soga. Pero sí me acuerdo de que hablábamos. Yo le estaba contando de mi viaje. Que el viernes siguiente estaría en Brasil. Mi papa estaba allá hacia un mes y mi mama, mi hermano y yo lo encontraríamos. Justo para el día de su cumple.
En ese momento no sabía lo que esa mudanza significaría para mí. Yo quería verlo a mi papa que ya lo extrañaba y eso era lo que tenía en mente.
La memoria siguiente es del tal día viernes. Estoy adentro de un auto saludando por la ventanilla del asiento de atrás. Afuera, mis nonos tienen los ojos colorados, emocionados. Escucho a la tía Raquel, que es tía de mi papa, gritando “No te vas a olvidar de mí!”. Y yo, mientras el auto arrancaba, pensaba en como seria posible olvidarse de las personas que uno quiere tanto.
Subiendo por primera vez en un avión me recuerdo de la sensación rara. Un frío en la panza. No tuve miedo. Me pareció divertido. Hoy sé, no por lo que me acuerdo y si porque me contaron, que no fue un viaje muy tranquilo. Sobretodo para mi mama.
Sola, con una nena y un bebe, bolsos en la mano. Y el vuelo que no salía. Algún problema con la puerta del avión, creo. Retraso de horas y se terminó la leche que mi mamá llevaba para mi hermano . El lloraba y ninguna azafata podía ayudar. Nos pasaron a otro avión para que pudiéramos viajar. Pero querían sentarme separada de ella.
Y me sonrío hasta hoy porque parece que ella dejó de lado toda su elegancia y discreción para gritar y decir que eso era un absurdo, que no seria posible de ninguna manera. Luego después, un señor muy caballero se ofreció para cambiar de lugar. Ahí nos sentamos los tres. Dos y medio, en realidad, porque mi hermano iba a upa.
Del otro lado del viaje, en Brasil, las flores que mi papa tenia en la mano se iban achicharrando. Y el cada vez más desesperado. Supuestamente el avión había salido en horario de Buenos Aires pero no llegaba a Rio y nadie sabia informar nada.
Casi cinco horas después aterrizamos.
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Abril de 2006.
Estoy sola; vuelo vacío, por suerte. Una vez más haciendo el trayecto Río - Buenos Aires. Tengo la mirada perdida en el cielo. La azafata me llama para ofrecerme una bebida. Podría decirme “Señorita, vuelva, que ya se pasaron veinte años” y tendría la misma respuesta: “no, gracias”.
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Octubre de 2008
Encontré esos párrafos en un acumulo de textos viejos que antes servían para registrar-inventar memorias y hoy, no se bien por que, me dan ganas de mostrar.
Debe ser porque no les tengo más miedo. Porque tengo los pies en tierra ahora y no me asustan los nuevos viajes. Ni las azafatas.
No sé si volví . O adonde me fui. Pero sé que estoy.
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