Por qué volver a dibujar

Nunca sentí que dibujara bien, pero de chica lo hacía igual. Me acuerdo que mis árboles siempre me salían torcidos. Siempre. Parecía imposible lograr un paisaje más o menos derecho, no había caso. Y como contar historias ya era lo mío, yo me decía - y le explicaba a los demás - que el motivo de la inclinación era el viento. Mucho viento había en los bosques que dibujaba.

Fui creciendo y pasé a integrar el grupo de los que dejan de dibujar. Entre que no tenía mucha facilidad para representar lo que quería y porque aprendí a leer y a escribir, el dibujo quedó olvidado. Ya adulta, se convirtió en un bloqueo. "Yo no sé dibujar, no nací para esto", así de tajante.

Cuando entrevisté a la ilustradora Maria Luque, ella compartió su teoría de que la gente deja de dibujar por la angustia de que el resultado no sea verosímil. Dijo que cuando sos chico y dibujas más chueco o torcido, te dicen que no sabes dibujar, y "así se trauma la gente y deja de disfrutar". También le pregunté a Maria si tenía algún tip para el quiere volver a dibujar y no se anima y ella recomendó "buscarse un cuadernito y ponerse un desafío, esta semana hacer al menos un dibujo de algo que ves desde tu ventana, o de algo que hay arriba de tu mesa, o de un amigo o un compañero de trabajo. Empezar por cosas chiquitas y seguir".

En otra entrevista, hablando con la artista plástica Laura Delgado, le pregunté por qué paramos de dibujar y por qué debemos volver a hacerlo. Lau fue muy directa y respondió: "No todo el mundo sigue bailando, no todo el mundo sigue cantando, no todo el mundo sigue escribiendo. A nivel creativo y poético, un montón de actividades se pierden, no sólo dibujar. Hay que volver a dibujar porque a veces las palabras no alcanzan para decir lo que nos pasa. Y cuando te pones a dibujar o a pintar, hay algo que va circulando en un lenguaje diferente a la oralidad. Uno puede decir un montón de cosas que está pensando a nivel consciente, pero en el dibujo aparece la proyección inconsciente".

En mi caso, sólo pude aflojar el bloqueo cuando empezó la búsqueda por entender mis deseos creativos. Tuve la necesidad de ampliar mi caja de herramientas, digamos. Sigo sin conocer mucha técnica de dibujo y me cuesta bastante, pero volví a aceptar mis bosques torcidos. Cuando no puedo escribir, por ejemplo, agarro lápices, fibrones coloridos, y me pongo a garabatear sin planear un resultado; sale lo que sale. El ejercicio activa algunas luces distraídas y apaga las molestas.

Del mismo modo que hacemos con otras expresiones creativas como escribir, convertimos dibujar en un bloqueo cuando le imponemos la necesidad de producir una gran obra de arte. En este caso, un gran dibujo. Aprender a dibujar con maestría es una cosa. Volver a dibujar para entrenar nuestro lado creativo es otra. 
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