Que difícil ser feliz cuando uno está triste

Utopía: antaño y hogaño por David Vela

Yo nací feliz. No es que lo haya tomado como una obligación, una búsqueda romántica... es tal como lo digo: nací feliz. De la misma manera que no decidí mis rasgos, el color de mi piel, de mi pelo, el tamaño de mis manos y tantas cosas más, siempre sentí que ser feliz, en mi caso, no era una decisión personal. Vine así.
Pero hace tiempo que estoy triste... Y no puedo explicar cuánto me aburre la tristeza! No le tengo paciencia, no la veo productiva para nada. Probé negarla, obvio, pero tampoco funcionó. Así que acá estamos, ella y yo. Soy feliz y estoy triste. Me explico?

Busco la razón para eso y encuentro muchas posibilidades. La principal: estoy desilusionada. Conmigo. Con todo. Con todos. Y cuándo algo no corresponde a nuestras expectativas, de quién es la culpa? Mitad culpable el lado que no atiende y mitad culpable el lado que las generó. No sé si será la medida más acertada pero es la que me sale.

La   vida   no   es   lo   que   yo   imaginaba.
Iba a decir "la vida no es COMO yo imaginaba". Pero eso de los como tiene sus vueltas. Incluso sugiere la posibilidad de ser apenas una cuestión de cambiar de modus operandi y listo. Pero no. Directamente, la vida NO ES lo que yo imaginaba y lo de "ser" es más difícil de arreglar. No puedo simplemente andar por ahí - y por aquí - tratando de cambiar lo que no es como yo imaginé.

No quiero decir con esto "bueno ahora si me disculpan me voy a tirar de un puente". Seamos realistas: aunque me tire de todos los puentes la vida va seguir no siendo lo que yo imaginaba. Desistir de ser no cambia nada.
Además, sé que también soy la tristeza, que ella también es parte mía. Quizás lo que me moleste es que ande ocupando tanto espacio últimamente. Me pregunto cuánto tiempo pretende quedarse y tengo la respuesta de memoria: hasta que yo perdone, entienda, acepte, bla bla bla. Lo sé, lo sé. Pero como cuesta!

Creo que lo más difícil de ser feliz cuando uno está triste es que son pocas las cosas que realmente cambian y, al mismo tiempo, parece que cambia todo. La rutina sigue bastante normal porque la vida también es eso que ocurre mientras no cepillamos los dientes, lavamos los platos, hacemos los mandados.  Lo que yo siento es una batalla diaria casi invisible. Pero muy real.
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